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Cuando has tenido la suerte de vivir en una casa del siglo XVI y empaparte de las historias de quienes han pasado por allí y vives rodeado de los muebles, enseres, recetarios, tejidos y manuscritos que durante siglos ellos han utilizado, uno cree haber vivido sus vidas. Esta sensación la vivo únicamente en Son Baco, una possessió de Porreres, propiedad de mi familia desde 1624 y en Can Monroig, la casa de mis antepasados de Inca, magníficamente restaurada por los actuales propietarios, Robert Lopez y Noëlle Ginard.

Cuando has tenido la suerte de vivir en una casa del siglo XVI y empaparte de las historias de quienes han pasado por allí y vives rodeado de los muebles, enseres, recetarios, tejidos y manuscritos que durante siglos ellos han utilizado, uno cree haber vivido sus vidas.

Esta sensación la vivo únicamente en Son Baco, una possessió de Porreres, propiedad de mi familia desde 1624 y en Can Monroig, la casa de mis antepasados de Inca, magníficamente restaurada por los actuales propietarios, Robert Lopez y Noëlle Ginard.

En dichos lugares, el tiempo parece como si se hubiera detenido. Y, sin embargo, quien visita Can Monroig puede pensar lo contrario, pues, Noëlle y Robert, lo han convertido en el showroom de su actividad profesional, desentrañando su historia y la de la ciudad, poniendo al descubierto elementos arquitectónicos que se pierden en el tiempo. Han vestido la casa con magníficas obras de arte y sus muebles gamberros. La han llenado de vida, con conciertos, actuaciones teatrales, exposiciones, performances...

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Cada vez que voy a Can Monroig me siento como en casa y revivo las historias que sólo conocen quienes allí vivimos. No es nostalgia. No sabría como describirlo. Atravieso su puerta y visualizo la casa como antes y hasta puedo oír el reloj, cuyo tic tac amenizaba la casa. Pero hoy la banda sonora la pone el violonchelo del genial Mark Witz, que ya hace tiempo dejó sus máscaras y hoy me descubre su voz, que desde la antigua cisterna inunda la casa y nos cautiva.

La música me lleva a mis recuerdos, me abstrae y, entonces, aparecen mis tías, las dos últimas moradoras de la casa, que tantas historias me contaron y que nos enseñaron a querer y valorar un patrimonio espiritual que tenemos muy presente.

"Can Monroig" en "La Flor i La Nata" de Esteban Mercer Palou from canmonroig on Vimeo.

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