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Bellvitge
Hoy estoy de nuevo en Barcelona, pero no ha sido un día cualquiera. De camino del aeropuerto del Prat hacia Barcelona hay siempre una parada obligada a mis recuerdos, el hospital de Bellvitge. En esa línea recta vivimos la enfermedad, la agonía y la muerte de mi madre. La casualidad ha querido que volviera a ver y recordar aquéllo, justo cuando se cumplen 6 años.
Durante aquellos días vivimos entre paredes, con la mente errante y con la banda sonora de la máquinas de la UCI. Todavía no he superado este ruido.
El trayecto ha sido lo suficientemente largo e intenso para que pudiera recordar con detalle todo aquello. Vivir una experiencia de muerte de alguien tan cercano es tan fuerte como desconocido. Es algo que tristemente hay que vivir para entenderlo.
Hasta hoy, había conseguido nublar aquellos recuerdos, hasta tal punto, que había veces que olvidaba el día exacto en que murió. Incluso hasta dudaba del mes.
El día que decidí no pensar fue justamente al cabo de unos meses de su muerte. Fue el día que me derrumbé. Lo recuerdo como si fuera hoy. Salía de mi trabajo en Torre Mapfre y como la mayoría de veces, volvía caminando por la calle Marina hasta Aragón con Diagonal. Pero ese día se me hizo larguísmo. Habría llorado por el camino con la primera persona que me hubiera susurrado un hola o un adiós. No podía más. Conseguí llegar a casa y me senté en un sillón amarillo. Mi compañero de piso y gran amigo, Esteve, se dio cuenta que algo no iba bien, pero no pude articular casi ninguna palabra. Lloré desconsoladamente, como nunca. Desde entonces no he vuelto a hacerlo. Las palabras de Esteve y su compañía me ayudaron mucho. Esa noche, decidí que dar vueltas al por qué no servía de nada y sólo me dañaba y me entristecía. Ese día nublé los recuerdos que hoy recupero y contemplo con madurez y experiencia.
Jamás pensé que contaría algo así en un sitio como éste, porque la muerte sigue siendo un tabú y, mucho más, enfermedades terminales como el cáncer. Pero estoy convencido que estas palabras ayudarán y serán entendibles para aquellos que han perdido a alguien querido y lo viven intensamente en soledad. De hecho, desde hoy me siento preparado para contar y compartir aquella experiencia.
Mi madre murió en Barcelona, el 26 de abril de 2002