Un día me desperté y, por primera vez en mucho tiempo, podía recordar lo que había soñado. Al día siguiente tuve el mismo sueño. Y así pasaban los días y seguía soñando lo mismo. Y cada día amanecía con mil dudas y decisiones que tomar. No podía quitármelo de la cabeza. Tanto que al final lo dejé todo y me lancé a la aventura, sin pensarlo mucho.
Desde entonces me acostumbré a perseguir nuevos sueños y a cumplirlos. A viajar ligero de equipaje y recorrer nuevos caminos, cada vez más diferentes, inciertos, intensos y hasta difíciles. Tras cada sueño cumplido iba apareciendo otro. Llegué a soñar tanto que me daba vergüenza contar todo lo que quería hacer y, cuando lo hacía, mi entorno temblaba.
Ayer volví a soñar y, de nuevo, me lanzo a la aventura.
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